viernes, 21 de agosto de 2009

Oración con proyecto de paraíso

Eduardo Sacheri nació en Bunos Aires en 1967, es licenciado en historia y comenzó a escribir en la década del ´90. Sus cuentos los recopiló en cuatro libros: "Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol" -también editado en España como "Los traidores y otros cuentos"- (en el año 2000), "Te conozco, Mendizábal y otros cuentos", "Lo raro empezó después, cuentos de fútbol y otros relatos" y su última publicación "Un viejo que se pone de pie, y otros cuentos". Además, su novela "La pregunta de sus ojos" (2005) está siendo llevada al cine por director Juan José Campanella.

La primera es una frase del prólogo de "Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol", y lo que le sigue es la "oración" con la que cierra la misma publicación.

"Hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre, con sus cosas mas esenciales. Desconozco cuánto sabe esta gente de la vida. Pero de algo estoy seguro: no saben nada de fútbol."

Epílogo

Querido Dios:
A veces se me da por pensar cómo será el Paraíso. Ya sé, Dios, ya sé que no va cualquiera, ya lo sé. Pero pongamos que uno se ha portado más bien que mal. Y que finalmente la cosa tiene premio.

¿Qué pusiste vos del otro lado? ¿Cómo será el asunto? ¿Será un único Cielo para todos? ¿Andaremos todos juntos, encontrándonos y despidiéndonos después? ¿O será más bien algo hecho como a medida, una especie de Cielo personal, para que uno vaya y le ponga lo que más le gusta, como cuando uno es chico y tu vieja te pregunta de qué querés la torta de cumpleaños? O a lo mejor son las dos cosas: en la calle te encontrás con todos, y tu casa la armas a tu gusto.
Vaya uno a saber. Pero por si acaso, y supongamos que uno pueda hacer peticiones, yo ya tengo dos preparadas. Las tengo de memoria, por si acaso en el momento de rendirte cuentas me trabuco y se me piantan.

Primero: no quiero que transmitan los partidos. Te lo pido por favor. Nada de estar comiéndome los codos con la campaña de Almirante. Ya me banqué bastantes amarguras acá abajo, la pucha. Aparte, mirá si pasa algún delegado tuyo y me manyan puteando al lineman o al perro ese que acaba de errar un gol hecho. Y después se me arma un lío de novela con vos, y yo qué sé, ponéle que me rajan.
Y lo otro es que haya una cancha. Una cancha posta, ¿sabés? Con el pastito bien verde y parejito. Capaz que ahí nadie juega. Capaz que andan todos en otra, cantando, tocando el arpa, vos debés saber. Aunque no haya con quién juntarse a patear, a mí no me importa. Pero que la cancha esté. Y que haya un balón, claro. Porque si voy al Cielo quiero hacer lo que más me gusta en la vida. Y otra cosa: que en la cancha llueva, porque con lluvia es más lindo. ¿Te imaginás? El trotecito corto. El agua resbalándome por la jeta. El olor al pasto mojado. La bola cortita y al pie. ¿Qué más se te puede pedir, decíme?

No te pido más nada, Dios. Lo demás que sea como vos dispongas. Pero por favor, en serio, por favor: que la cancha esté.

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